Qué torpeza, y no pienso solamente en la torpeza física (muy importante, por otra parte), sino en toda la minuciosidad perfecta, sólida, inquebrantable, de nuestro acuerdo. ¡Qué músicos! Eres buena, chérie, por haber ido a Trégastel, por haber querido, por seguir queriendo. Chérie, hay que seguir cultivando, seguir cuidando siempre este amor, este gusto que tenemos el uno por el otro. Son nuestros hijos -mis palabras- lo más importante de esta vida mía, nuestra. Yo me digo: para esto, no tenemos necesidad de hacer nada, sino dejarnos vivir, ya que es esto lo que nos sale bien. Pero si fuese necesario, cherie, haríamos lo posible y lo imposible, ¿verdad?, para mantener, afirmar, eternizar el acuerdo. Es nuestra obra principal, al menos yo siento que es la mía, que he dado esta vez con la obra maestra que hay que corregir infinitamente, retocar, refinar.
Oh, cómo te espero, con qué terrible y ardiente y loca y libertina paciencia. Alguna vez tengo casi (casi) miedo de imaginarte demasiado. De usar nuestros placeres a través de la imaginación, tu llegada, nuestra casa futura y nuestros secretos maravillosos en nuestra casa. Me digo. No. Basta. Pero, imposible. Tú, tú superas siempre mi expectativa -soy el nunca decepcionado, el nunca desalentado, el nunca cansado-
Esto lo escribió Jorge Guillén en el año 1933 e iba dirigido a su amor,,Cherie.,,,francesa de pro.
Yo lo único que me sale es que por fin,,,por fin,,llegó,,,Octubre.

Nos vemos cuando nos miremos o cuando se nos reflejen las pupilas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario